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El 18 de julio de 1963 se cumplían veintisiete años del alzamiento de Franco y sus tropas contra el gobierno legítimo de la república española. Yo cumpliría días después veintiséis. Trabajaba en ese momento como periodista del diario uruguayo Época y ese día publiqué un texto y un poema recordando el triste aniversario e invitando a un acto del Movimiento Uruguayo de Solidaridad con el Pueblo español que debía celebrarse al día siguiente —19 de julio de 1963— en el cine Astor de Montevideo.
Ordenando estos calurosos días de julio de 2015 viejos papeles y carpetas me he topado con este olvidado poema de mi temprana juventud, cuando la poderosa influencia de César Vallejo en http://www.achaten-suisse.com/ mis balbuceos literarios era indiscutible. Había olvidado haberlo escrito y su relectura me ha producido una intensa emoción que quisiera transmitir a mis lectores actuales.
Por eso lo reproduzco a continuación.
TORO DESBARATADO DE ESPAÑA
“…distribuyendo Españas a los toros…”
César Vallejo
Triste,
enlutecido,
vez y envés
el sombrero a la pedrada
César de Trilce
Vallejo humano,
los heraldos de España
ya no pregonan
parecen olvidar
a los grises milicianos
la sangre en la mano
el gran toro desbaratado.
Porque
—amigo Vallejo—
las muerte pueden ser gratuitas
si no cuidan la memoria
si no cobijan los fuegos y banderas
si no hacen del grito algo que duela
si de plumas armas detonantes
si de ti mismo: hombre.
Tu voz resuena, todavía,
“…salid, niños del mundo, id a buscarla…”
y nadie te contesta
y se piensa en Estoril
(aunque huela mal)
y se deja que el Generalísimo
tenga la última palabra
y el General
y el Obispo
las verdades siempre suyas.
César,
debes saberlo,
los milicianos
los hombres de Extremadura
los pequeños héroes de la República
ahora no tienen
paz ni palabra,
no hay verdades para ellos,
y el toro se nos pierde pastando en la llanura,
y el ruedo está vacío
no hay cuerno que embista
hay silencio en la proclama
y todo parece dormido
y —sin embargo—
late, late, late
España late
así como lo digo
con golpe de martillo tan severo
con fragua de hierro siempre abierta
con brasas retenidas en el tiempo
con “humos del lobo y la especie”
todos tan capaces
de volver a entonces
y ser punto final,
primero,
del futuro propio a conquistar.